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Las nuevas batallas verdes

Tres serán las grandes “luchas climáticas” que dominarán la COP28, que este año se realiza en Dubai: reducir la emisión de gas metano, aumentar los recursos para combatir el calentamiento global y dar pasos concretos para terminar con el uso de combustibles fósiles. En Latinoamérica, en tanto, Uruguay recibe un préstamo pionero del Banco Mundial por sus políticas pro medioambiente y se consolida como “nación ecológica”.

24 noviembre 2023

La decisión de designar a Los Emiratos Árabes Unidos como sede de la COP28 ha provocado sospechas, e incluso indignación, entre grupos medioambientalistas. Se critica que la cumbre sobre el clima más importante del mundo sea organizada por uno de los principales países productores de petróleo, a lo que se suma que el presidente del encuentro, el sultán Al Jaber, dirija la compañía petrolera nacional de EAU.

Sin embargo, pese a los cuestionamientos, unos 70 mil defensores del ecosistema, diplomáticos y representantes de ONGs asistirán al evento, que se realizará entre el jueves 30 de noviembre y el martes 12 de diciembre, en Dubai, una ciudad construida con la riqueza generada por los combustibles fósiles.

Quienes defienden esta elección afirman que la región sufre una dramática escasez de agua y de alimentos de cosecha propia, mientras que el creciente calor del verano se hace inhumano. Esto, aseguran, sería una muestra de que todas las naciones deben comprometerse en la lucha contra el calentamiento global.

De acuerdo a los expertos, tres son los principales temas que marcarán el debate de la COP28.

El primero es la urgencia de tomar medidas más eficientes en contra de las emisiones de metano, el gas de efecto invernadero más potente y dañino. El segundo es la necesidad de aumentar los recursos que entregan los países -especialmente los más ricos- para contrarrestar los efectos de la crisis climática y desarrollar fuentes de energías alternativas. El tercero, y más complejo, es la “batalla ideológica” sobre cómo y cuán rápido terminar con el uso de combustibles fósiles a nivel global.

En las semanas previas a cada COP, es común que los países con mayor responsabilidad en el cambio climático realicen acciones para llegar en mejor pie a la cita medioambiental. Así, no es extraño que a principios de noviembre Estados Unidos haya firmado un acuerdo con China (el mayor emisor de metano del mundo), que incluye el control de este gas en los planes climáticos de ambas potencias. La UE también acaba de acordar estrictas restricciones a las emisiones de metano procedentes de combustibles fósiles, incluidas las importaciones.

Las voces más optimistas afirman que estas medidas podrían impulsar un compromiso que incluya a grandes compañías de petróleo y de gas -públicas y privadas- para dar pasos concretos en esa dirección.

Sin embargo, las perspectivas de mejorar el financiamiento de las políticas para paliar el cambio climático son más sombrías. Con seguridad, en la COP28 los representantes de las economías emergentes demandarán a los países desarrollados cumplir sus promesas de ayuda financiera. El compromiso de las naciones ricas de aportar 100 mil millones de dólares antes de 2020 todavía no se cumple completamente. En la COP27, realizada en Egipto el año pasado, se acordó un fondo de “pérdidas y daños” para compensar a los países menos desarrollados, que a menudo generan menores emisiones.

Armond Cohen, director del grupo ecologista Clear Air Task Force, considera que estos 100 mil millones son “la punta del iceberg” en comparación con los billones de dólares que se necesitan anualmente “para transformar los sistemas energéticos, principalmente en las economías del mundo en desarrollo hambrientas de energía”.

Cohen afirma que en la cumbre la disputa de fondo será justamente sobre el futuro de los combustibles fósiles. “La discusión girará en torno a si estos deberían reducirse o eliminarse progresivamente, y si el uso de tecnologías de reducción debería permitir continuar con este tipo de combustibles”.

El director de Clear Air Task Force reconoce que el debate es complejo: “se puede desear que desaparezcan, pero aún representan el 80% del suministro mundial de energía y están creciendo”. Armond Cohen prevé que incluso en el año 2050 el empleo de combustibles fósiles será significativo, aunque a niveles mucho más bajos que los actuales. “Pese a las distintas posiciones que se expresarán en la COP28, al menos la dirección del viaje está clara. Probablemente, estos alcancen su punto máximo y disminuyan en las próximas décadas a medida que se aumente la eficiencia de las energías renovables y de los combustibles limpios alternativos”.

Campeones medioambientales

Consciente de los cuestionamientos y buscando coherencia con su rol de anfitrión del encuentro internacional, los Emiratos Árabes Unidos quieren ser líderes de la innovación climática. Esta nación -una de las más ricas del planeta- ha invertido fuertemente en la descarbonización: la empresa de petróleo estatal, ADNOC, anunció que eliminará los gases de efecto invernadero equivalentes a las emisiones anuales de medio millón de automóviles a gasolina. Además, adelantó en cinco años su meta de emisiones netas cero para sus operaciones y detuvo la quema de gas metano mucho antes que sus pares. El objetivo es transformarse en el mayor desarrollador de energía limpia del mundo.

En Latinoamérica, Uruguay se ha consolidado como una “nación ecológica” y, como reconocimiento por cumplir con ambiciosas metas ambientales, el Banco Mundial le otorgó un préstamo pionero de 350 millones de dólares. Dirigido a apoyar el programa de reformas en pro de una economía más sostenible, este financiamiento podría tener una reducción de hasta USD 12,5 millones en intereses si Uruguay disminuye las emisiones de gas metano en el sector ganadero.

Por primera vez, las condiciones de un préstamo del Banco Mundial están asociadas al cumplimiento de la implementación de políticas verdes.

Uruguay tiene un historial de innovaciones institucionales y financieras como el impulso de la agricultura inteligente -que enfrenta dos desafíos interrelacionados: la seguridad alimentaria y el cambio climático-. Estas, según el Banco Mundial, sirven de referencia para otros países en desarrollo.

“Este un primer paso hacia un cambio en el paradigma global y reafirma la evolución de los organismos internacionales hacia el incentivo económico de las buenas prácticas. También demuestra que, pese a que somos un pequeño país, los uruguayos nos atrevemos a innovar y actuamos como ciudadanos del planeta”, dijo con justificado orgullo Azucena Arbeleche, ministra de Economía y Finanzas de Uruguay.