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Jacinda lo entendió todo

La primera ministra de Nueva Zelanda dejó su cargo inesperadamente, aunque muchos coinciden en que lo hizo en el momento preciso. Dueña de un estilo cálido pero firme y seguro a la vez, en su discurso de renuncia utilizó sus reconocidas habilidades comunicacionales para buscar identificación y credibilidad en la ciudadanía, transparentando las razones de su decisión con humildad y cercanía.

2 febrero 2023

Tras un breve discurso, Jacinda Ardern terminó lo que había empezado unas semanas antes como un acto de incredulidad frente a la opinión pública mundial. Así, sin más, presentó su renuncia como primera ministra de Nueva Zelanda. La mujer más joven en llegar al puesto número uno de la política de su país, cuando solo tenía 37 años, de estilo empático pero también enfático, decidió de pronto dar un paso al costado.

Desde que asumió, su sello llamó la atención mucho más allá del país que gobernaba. Rápidamente dio muestras de un manejo comunicacional a toda prueba, que demostró su eficacia en la gestión de diversas crisis, como la pandemia, alineando a su pueblo detrás de duras restricciones a las libertades para controlar los contagios.

Conocedora de los códigos políticos que conectan con el electorado actual, al momento de anunciar al país su decisión de no repostular, Ardern terminó por confirmar por qué en casi seis años se convirtió en un referente de liderazgo mundial.

“En su mensaje de renuncia, Ardern transmitió algo que es muy difícil de encontrar en un líder, que es entender el cargo público como una elevada responsabilidad que debe cumplirse con eficacia, y no como una posición de poder a la cual aferrarse a toda costa”, explica Luis Antonio Espino autor del artículo en la publicación Letras Libres.

La tesis del ”burnout”: CNN escribió que el agotamiento laboral o «burnout» es real en el mundo laboral y no hay razón para sentir vergüenza por eso. Y que una líder como ella lo haya insinuado en su discurso. La cadena de noticias insistió que éste habría sido uno de los motivos por el que la líder de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, habría renunciado tras casi seis años brutales de gobierno. La mujer más poderosa de ese país aseguró que la decisión de abandonar el cargo se produjo durante un verano reflexivo en el hemisferio sur y con unas elecciones a la vista en octubre, por lo que no sintió la necesidad de prolongar su salida. «Esperaba encontrar lo que necesitaba para continuar durante ese periodo. Pero, por desgracia, no ha sido así, y sería un perjuicio para Nueva Zelanda que continúe», declaró a diversos medios. Ardern planteó su dimisión como una decisión personal –explicó The New York Times– basada en que ya no tiene “suficiente gasolina en el tanque” para cumplir con las responsabilidades de ser Primera Ministra. Algunos de sus seguidores también han elogiado su decisión por encarnar los ideales democráticos de los que hablaba con pasión.

Jugada decisiva: “Lo que hay que tener claro en esta renuncia es que Jacinda no se va del todo de la política, ya que queda con su cupo parlamentario intacto y gracias a los atributos que tiene el sistema neozelandés, ella puede dejar el gobierno en manos de su partido, que son los laboristas, sin una gran crisis en temas de liderazgo. Un dato no menor es que en estos momentos estaba bajando en las encuestas”, explica Ian Mackinnon.

Estratégicamente se va en una circunstancia donde su capital político no se ha desplomado y tampoco podría ser culpada de una derrota de los Laboristas en octubre, pero muchos piensan que es una estrategia bastante previsora.

Por su parte, Bryce Edwards, analista político de la Universidad Victoria de Wellington, dijo que Ardern llegó al poder “de la nada, en un momento en que los partidos de izquierda estaban en retirada. “Había una sensación de manía: la Jacindamania”, dijo, elogiando su carisma en una época en que figuras como el expresidente estadounidense Donald Trump estaban en ascenso. “Ella fue una revelación y una buena contraparte de la política populista y reaccionaria”, aseguró el experto hace unos días a CNN.

Por su parte, el Financial Times escribió que “la repentina salida de la primera ministra, de 42 años, marca el final de una era que generó un intenso interés mundial en Nueva Zelanda, tanto por su mandato socialmente progresista como por su respuesta de línea dura a la pandemia de Covid-19”.

El estilo Ardern: su feminismo equilibrado e inteligente y su énfasis en lo que llamó una “política de la bondad” hicieron que muchos la vieran como una alternativa de bienvenida a los líderes masculinos de todo el mundo. Acaparó la atención cuando dio de amamantar a su bebé entre las reuniones en Naciones Unidas o cuando se puso hiyab para atender la ceremonia de una masacre contra la comunidad musulmana en el país. También fue aplaudida por lo asertiva que fue para tratar la crisis de la pandemia. Esos aciertos, especialmente el manejo de la pandemia, que le granjeó resultados significativos a su gobierno, más el hecho de convertirse en madre durante su mandato -de hecho es la segunda mujer en el mundo político moderno que se transforma en madre durante su período (el otro caso fue en Pakistán)- le valió sentirse sobrepasada. “Tuvo la característica que es la humildad, pero es una humildad estratégica, ya que se fue en el momento propicio dejando a su amigo y ex ministro de salud durante la Pandemia, Chris Hipkins, quien además protegerá su legado”, asegura Mackinnon.

Jacinda lo tuvo todo
Por Javier Sajuria (*)
Una de las clásicas preguntas que enfrentan mujeres en posiciones de liderazgo se refieren a cómo manejar las distintas facetas de su vida en esas condiciones. Detrás de esas preguntas se esconden una serie de prejuicios y roles de género, que ponen la carga de los cuidados y del hogar en las mujeres, incluso en situaciones de poder. En ese sentido, Jacinda ha tenido que soportar los cuestionamientos acerca de su maternidad o de su edad, al mismo tiempo de cargar con las expectativas de muchas mujeres que miran con atención su carrera. Y logró navegar todo eso exitosamente.
Actualmente, sólo hay 15 mujeres jefas de gobierno en el mundo, y ocupan un 21% de los cargos ministeriales. Incluso cuando ocupan esos cargos, suelen ser en las áreas que son percibidas como “femeninas”: igualdad de género, familia, educación u otras áreas relacionadas al cuidado. Las mujeres sufren más acoso y ataques en política que los hombres, y sus carreras empiezan mucho más tarde, usualmente a causa de la maternidad.
Es en ese escenario que Jacinda Ardern lideró al partido laborista neozelandés y se convirtió, a los 37 años, en la primera ministra del país. Dentro de su primer año quedó esperando a su hija, lo que nuevamente trajo de vuelta el criticismo clásico contra las mujeres: no pueden tenerlo todo. Es decir, pusieron en duda su capacidad de gobernar simplemente por su capacidad de procrear.
A Ardern le tocó guiar a su país en situaciones complejas, y se ganó la admiración mundial por su acción decisiva, la coherencia de su actuar y el liderazgo que mostró. Aunque toda estrella tiene que morir en algún punto, Ardern decidió salir de su puesto cuando aún quedaba algo de su brillo. Con ello, le permite a su partido tener la capacidad de generar nuevos liderazgos, una generosidad que no suele ocurrir en política.
No es gratis que una mujer logre ese nivel de éxito en política. Requiere de apoyo familiar, como la pareja de Ardern, pero también de oportunidades estructurales para lograrlo. El partido laborista neozelandés es pionero en medidas para promover la igualdad de género entre sus filas y Ardern ha promovido, en su gobierno, mayores medidas para lograrlo en otras áreas de la sociedad. Ella lo tuvo todo, pero no fue fácil.
(*)Es asesor de Azerta en Londres y profesor de la Queen Mary University of London.