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El fin de la confianza

Es posible que la clientela de Silicon Valley Bank, que pasa tanto tiempo en línea, haya contribuido a su ruina no dándole espacio al banco para obtener la liquidez suficiente para respaldar sus operaciones. Mientras hay otras teorías que apuntan a que hubo una suavización de las normas financieras gracias al lobby de los dirigentes en Washington.

16 marzo 2023

El 1 de marzo la estrepitosa quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) no estaba ni en las peores pesadillas de sus ejecutivos. Tanto es así, que ese día en Londres, durante el evento ‘Upfront Summit’ la entidad fue nominada como “el Banco del Año” durante una importante cena de gala, con un sinfín de brindis y mucha champaña. Ocho días más tarde, el Silicon Valley Bank hacía noticia por convertirse, en la mayor caída de un banco en Estados Unidos, desde el año 2008.

El fin de semana del 10 de marzo las autoridades trabajaron frenéticamente para evitar que otras entidades se contagiaran. También querían tener tiempo suficiente para diseñar una estrategia de control de daños y parar la caída libre con una estampida masiva de clientes, lo que se conoce como una “corrida bancaria”. Esto último claramente no funcionó. Las filas en las afueras de la filial del SVB, en La Meca de la tecnología, eran interminables. En ese ambiente tenso, el presidente Joe Biden junto con la secretaría del Tesoro, Janet Yellen, intentaron calmar las aguas, asegurando que los depósitos estarían garantizados y que los clientes iban a poder retirar el dinero de sus cuentas.

¿Por qué colapsó el SVB?: la entidad bancaria se quedó, literalmente, sin dinero disponible. Y es que en un mundo con una feroz guerra en Ucrania; sumado al alto costo de la energía, y una galopante inflación que está afectando a varias economías mundiales, entre ellas la misma estadounidense, se tomó como medida -justamente para combatir la inflación que en ese país superó el 6%-, que la Reserva Federal comenzara a subir las tasas de interés, lo que hizo a los préstamos bancarios mucho más caros. Entonces la mayoría de los clientes del SVB, quienes provienen del área tecnológica, decidieron no endeudarse, al mismo tiempo que grandes inversionistas cerraron la llave de fondos para las startups. Con este impacto en su línea de clientes el banco se fue quedando sin el efectivo. Fue en ese momento, con muy poco tacto, que la entidad anunció que debía cubrir pérdidas por US$ 2.250 millones, por lo tanto, habían empezado a vender algunos bonos para obtener la liquidez. Pero esa venta no funcionó y le dejó grandes pérdidas. Eso claramente asustó a los inversionistas y clientes y se tradujo en 48 horas frenéticas, con una feroz pérdida de confianza, y una turba tratando de sacar su dinero pensando que el banco estaba en la cuerda floja. Sin más, las acciones de la entidad se desplomaron en más del 60% -como dijo la cadena BBC- y Wall Street suspendió las acciones del banco.

Lobby en Washington: un ensayo publicado por The New York Times,

escrito por la senadora demócrata por Massachusetts -Elizabeth Warren- ayuda a esclarecer distintas aristas de lo sucedido con el banco. “Nadie debería equivocarse sobre lo que ha pasado en los últimos días en el sistema bancario estadounidense: estos recientes colapsos bancarios son resultado directo de la suavización de las normas financieras de los dirigentes en Washington”, aseguró. Su tesis se sustenta, en qué tras la crisis financiera de 2008, el Congreso aprobó la Ley Dodd-Frank para proteger a los consumidores y asegurar que los grandes bancos nunca pudieran volver a hundir la economía y destruir millones de vidas. Pero ahí, dice la senadora, los altos ejecutivos de Wall Street y sus ejércitos de abogados y grupos de presión que odiaban esa ley habrían gastado millones en intentar derrumbarla, y, cuando perdieron, gastaron millones más en tratar de debilitarla.

Warren, acusa de que Greg Becker, director ejecutivo del Silicon Valley Bank (SVB) fue uno de los muchos ejecutivos poderosos que presionaron en el Congreso para debilitar la ley. Además, la senadora cuenta qué durante 2018, en este gallito, ganaron los grandes bancos y que con el apoyo de los dos partidos, el presidente Donald Trump firmó una ley para revertir algunas partes fundamentales de la Ley Dodd-Frank. “Los reguladores, incluido el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Jerome Powell, agravaron aún más la situación, al dejar que las entidades financieras se cargaran de riesgo”, asegura en The New York Times.

Las lecciones por aprender: por su parte el escritor Kevin Roose, quien es columnista de tecnología de The New York Times, escribió sobre algunas lecciones que deja el caso. La primera es que, aunque Silicon Valley Bank (SVB) era pequeño según los parámetros de Wall Street (hasta enero, era el 16° banco más grande del país, con alrededor de US$ 200.000 millones de dólares en activos) ocupaba un lugar privilegiado en la comunidad tecnológica. Se le conocía por tomar riesgos con empresas emergentes que ningún otro banco estaba dispuesto a realizar. “La semana pasada, cuando colapsó, varios fundadores de empresas emergentes contaron historias de cómo habían obtenido sus primeros préstamos empresariales o sus primeras tarjetas de crédito de Silicon Valley Bank. Algunos trabajadores del sector consiguieron las hipotecas de sus casas o los préstamos de sus autos con ese banco”, asegura Roose.

La segunda lección es que es posible que la clientela de Silicon Valley Bank, que pasa tanto tiempo en línea, haya contribuido a su ruina. “En la mayoría de los bancos regionales normales y medianos, lo que ocurrió en Silicon Valley Bank quizá no habría provocado un pánico bancario. Los bancos venden activos todo el tiempo. Cuando enfrentan problemas de liquidez, recaudan capital a corto plazo para resolverlos”, asegura Rose. La mayoría de las veces, los clientes ni siquiera se enteran o no les interesa. Pero los depositantes de SVB no eran cualquier tipo de cliente sino fundadores e inversionistas de empresas emergentes. Por eso, algunos miembros del sector empezaron a plantear dudas sobre la solvencia de la firma, los canales de Slack y perfiles de Twitter se activaron con advertencias graves de capitalistas de riesgo y, al poco rato, muchas personas tenían miedo.